Para los críticos de Morena y de la 4T, lo ocurrido a Claudia Sheinbaum en el Estadio Azul es una muestra de la debilidad que tiene el partido en la capital del país. No es así.
Se está desarrollando una lucha interna en Morena que podría tener consecuencias no solo para la definición de las candidaturas del proceso electoral del 2024, sino que podría influir en el futuro del próximo sexenio.
La última expresión de esta pelea fue el desaire que le hicieron diversos grupos de Morena a la virtual candidata presidencial, Claudia Sheinbaum, en el evento que iba a realizarse en el Estadio Azul el martes por la tarde.
La versión oficial de la dirigencia de Morena es que hubo deficiencias de organización y el propio Mario Delgado convocó a una nueva reunión en la misma sede para el próximo 12 de noviembre.
Los críticos de Morena y de la 4T señalaron que lo ocurrido es una muestra de la debilidad que tiene el partido en el poder en la capital del país y le auguran una derrota en las elecciones del próximo año.
Ni una ni otra cosa resultan ciertas.
Que probablemente tengamos unas elecciones competidas en el 2024 en la Ciudad de México no implica que Morena y sus aliados estén en declive, al grado de no poder llenar el Estadio Azul.
De hecho, en diversos sondeos aparece claramente que Morena va adelante en las intenciones de voto en la capital.
Lo que ha ocurrido desde hace ya varias semanas es que adentro de Morena hay una campaña sistemática en contra de Omar García Harfuch y de quien ha sido visiblemente su respaldo, la virtual candidata presidencial.
Dicha campaña ha sido, al menos, tolerada por el presidente de la República.
¿Qué mejor ocasión para golpear a Sheinbaum que hacerla ver con escasa capacidad de convocatoria en la ciudad que gobernó?
No hay que ser muy agudos para concluir que la fracción más radical de Morena, agrupada en torno a Clara Brugada, como aspirante en la capital, le quiso jalar el tapete a Sheinbaum y le dejó la opción de elegir entre aparecer hablándole a un estadio semivacío o cancelar un evento porque no reunió suficiente gente.
Las implicaciones de este litigio al interior de Morena son vastas.
Si resulta que, por la razón que sea, la ‘nomenklatura’ de Morena (como alguna vez la denominó Monreal) descarrila la candidatura de García Harfuch, se pondrá a Sheinbaum contra las cuerdas.
Se mermará su capacidad de tomar decisiones autónomas.
A estos grupos de Morena les preocupa un perfil que mostró la virtual candidata en algunos momentos de su gobierno: una actitud racional derivada de su formación universitaria.
Temen que, si llegara a la Presidencia, esa vertiente brotara en diversas políticas que podrían ser guiadas por criterios diferentes a los puramente ideológicos que ellos quieren para el próximo gobierno.
La definición de la candidatura al gobierno de la Ciudad de México puede ser un punto de inflexión.
Si se impone el criterio de Claudia, es probable que, a lo largo de la campaña, la autoridad real que adquiera sobre su movimiento se fortalezca.
Si no consigue que García Harfuch sea el candidato, entonces habrá una muestra de debilidad que dará la razón a quienes dicen que Claudia podrá tener el bastón, pero el mando sigue en las manos de López Obrador.
Era previsible que surgiera esta tensión.
AMLO tiene hasta el 30 de septiembre del próximo año la presidencia de la República, con todo lo que ello implica. Pero también tiene el poder real de seguir como la cabeza de lo que genéricamente se denomina ‘la 4T’, pese a los dichos y los símbolos (como el bastón).
Pero, como ha sucedido en otras ocasiones en el pasado, Claudia Sheinbaum tiene otro poder que es creciente, el de la virtual candidata que tiene ventaja en las encuestas, lo que, por lo pronto, la convierte en la persona con mayores probabilidades de asumir la Presidencia a partir del 1 de octubre del próximo año.
El poder del presidente es menguante mientras que el de Sheinbaum es creciente.
La interacción entre ellos definirá muchos aspectos del proceso electoral y eventualmente del futuro del país.