viernes, octubre 18, 2024
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El ocaso del PRI en Michoacán

  • ¿Cambio de piel o colapso inminente?

Por: Jan Charlie

Lo que alguna vez fue un bastión sólido del PRI y PRD en Michoacán parece desmoronarse ante nuestros ojos. La reciente renuncia de Carlos Arriaga, exdirigente municipal del PRI en Zitácuaro, es solo un síntoma más de una enfermedad profunda que corroe al partido. Mientras algunos en el PRI se aferran a la ilusión de que un simple cambio de rostro o estrategia puede salvar la situación, la realidad es que el declive parece imparable.

El caso de Guillermo Valencia, conocido coloquialmente como “El Caguamas”, es un claro ejemplo de cómo la dirigencia actual ha fallado en revitalizar al PRI. En lugar de unir al partido y fortalecer su estructura, parece que ha trabajado en su debilitamiento. Su apuesta por figuras como Raúl Ocelot, un personaje más conocido por sus polémicas en redes sociales que por su capacidad para liderar, es una muestra de la desconexión entre la dirigencia estatal y las bases del partido.

La renuncia de Xóchitl Ruiz, secretaria general del PRI en Michoacán, y la desbandada de diputados que migran a Morena o al Verde Ecologista no son señales de un simple reacomodo político. Son el reflejo de un partido que ha perdido su rumbo, atrapado en luchas internas y traiciones. Michoacán, que alguna vez fue el corazón de las luchas sociales y políticas del PRD y el PRI, hoy se encuentra en manos de una dirigencia que parece más interesada en mantener un control de corto plazo que en reconstruir un proyecto político coherente y viable.

La llegada de Raúl Ocelot como posible dirigente municipal del PRI en Zitácuaro es una apuesta que, lejos de sumar, probablemente reste. Su protagonismo en redes sociales y conflictos con autoridades locales no auguran un liderazgo que pueda revitalizar al partido en una región históricamente clave. Pareciera que Guillermo Valencia ha caído en la trampa de elegir figuras más por su habilidad para generar ruido que por su capacidad de gestionar y liderar. Y mientras tanto, los priistas de base, aquellos que alguna vez creyeron en el proyecto del partido, se ven obligados a buscar nuevos horizontes o a renunciar por completo a la política.

El PRI en Michoacán está en crisis, y esa crisis no se resuelve cambiando caras o apostando por personajes controvertidos. La dirigencia de Valencia no solo no ha logrado detener el éxodo de militantes, sino que parece estar acelerándolo. Y mientras tanto, Morena y el Partido Verde Ecologista observan desde la barrera, listos para recoger los pedazos.

Es hora de que el PRI en Michoacán deje de simular que está en control de su destino. El cambio de piel no es suficiente cuando el cuerpo ya está en descomposición. Las bases necesitan más que discursos vacíos y liderazgos frágiles. Si el partido no enfrenta sus problemas de raíz, no solo será el fin de una era, sino también la confirmación de su irrelevancia política futura.

Adiós al PRI de antaño. Adiós a las ilusiones de que un cambio superficial pueda salvar lo que ya está perdido.

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