Por: Jan Charlie
En el oriente de Michoacán se está construyendo algo más que una carretera, se está trazando una nueva ruta de oportunidades. La ampliación de la autopista Maravatío – Zitácuaro, con una longitud de 72.3 kilómetros, es sin duda una de las obras de infraestructura más relevantes para esta región en muchos años. Su ejecución marca el inicio de una transformación largamente esperada en términos de conectividad, seguridad y desarrollo económico.
Actualmente, se avanza en diferentes tramos de la ampliación, con el objetivo de transformar esta carretera de dos a cuatro carriles. Uno de los puntos más simbólicos de este progreso es el que se construye a la altura del conocido “Caballito”, en Zitácuaro, donde se levanta un paso a desnivel o distribuidor elevado que será clave para agilizar el tránsito y mejorar la seguridad vial. Esta parte de la obra fue recientemente visitada por el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla, quien constató personalmente el avance de los trabajos.
Pero hay que decirlo claro, esta autopista no estaría avanzando como lo está haciendo sin las gestiones constantes del presidente municipal de Zitácuaro, Juan Antonio Ixtláhuac. Su liderazgo y capacidad de gestión han sido determinantes para que esta obra no quedara solo en el papel o en los eternos proyectos pospuestos. Gracias a su insistencia ante el gobierno estatal y federal, hoy el oriente de Michoacán se encamina a tener una infraestructura vial moderna y funcional.
No se trata solo de una mejora técnica. Esta vía será un detonante de desarrollo para municipios que han estado rezagados por décadas. Permitirá que productos agrícolas como el aguacate, las berries, las flores o el maíz criollo salgan con mayor facilidad hacia mercados regionales y nacionales.
También impulsará el turismo hacia atractivos naturales y culturales como la Ruta de la Mariposa Monarca, los santuarios de la Sierra Chincua o los Pueblos Mágicos de la región.
La autopista también representa seguridad. Durante años, esta carretera ha sido escenario de múltiples accidentes, debido a su estrechez, curvas peligrosas y falta de señalización. Con la nueva ampliación y obras complementarias como el paso elevado, se espera reducir drásticamente la siniestralidad y mejorar la movilidad de miles de personas que la utilizan diariamente.
El reto, ahora, será mantener el ritmo de obra, garantizar una ejecución con calidad y transparencia, y sobre todo, no perder de vista a las comunidades locales.
Es fundamental que el desarrollo no llegue a costa de los derechos de nadie, sino como una suma de voluntades que construya bienestar compartido.
Zitácuaro y toda la región oriente de Michoacán tienen una oportunidad única entre manos. Por primera vez en mucho tiempo, la infraestructura no es promesa, sino realidad en curso. Y eso hay que reconocerlo, cuando el trabajo municipal trabaja con la voluntad estatal y federal, los resultados se ven en el territorio. Esta autopista no es solo una obra de concreto, es un símbolo de lo que puede lograrse con visión, gestión y compromiso. Que este camino nos lleve a más desarrollo, más seguridad y, sobre todo, más dignidad para el oriente michoacano.