viernes, octubre 3, 2025
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Claudia Sheinbaum, entre la sombra de AMLO y el legado histórico de la primera mujer presidenta

Por: Jan Charlie

México vive un momento histórico, por primera vez en más de dos siglos de vida republicana, el país es gobernado por una mujer, Claudia Sheinbaum Pardo no solo encabeza la Presidencia, sino que carga con la responsabilidad simbólica de todas aquellas que, durante generaciones, fueron relegadas de los espacios de poder.

Ninguna niña mexicana crecerá sin la certeza de que una mujer puede ser presidenta; esa conquista, por sí misma, ya es irreversible.

Pero el símbolo, aunque poderoso, no basta, la pregunta clave es ¿qué historia escribirá Sheinbaum? ¿Será recordada como la presidenta que simplemente dio continuidad al lopezobradorismo, defendiendo incluso a los hijos del expresidente? ¿O como la mandataria que logró desprenderse de esa sombra, ejercer autonomía y demostrar que las mujeres no solo pueden gobernar, sino gobernar mejor?

Sheinbaum no llega sola, llega con la herencia de un movimiento político profundamente marcado por Andrés Manuel López Obrador, AMLO no solo dejó un proyecto, dejó un estilo de gobierno y un capital político que, por ahora, sigue pesando más que cualquier figura dentro de Morena.

La lealtad a ese legado es evidente, y en más de una ocasión, Sheinbaum ha optado por defender públicamente tanto al expresidente como a sus hijos ante acusaciones de corrupción o tráfico de influencias.

Este gesto, aunque esperado en términos de disciplina partidista, la coloca en una disyuntiva complicada ¿hasta qué punto la defensa de los hijos de AMLO es un acto de lealtad, y en qué momento se convierte en un lastre para su credibilidad? Si Claudia insiste en blindar lo indefendible, corre el riesgo de ser vista como una extensión de López Obrador, incapaz de ejercer un gobierno con autonomía real.

No es cualquier coyuntura, la llegada de Sheinbaum rompe con siglos de exclusión política hacia las mujeres, ella representa la concreción de una lucha histórica, pero también el inicio de una exigencia, que el liderazgo femenino deje de ser una excepción y se convierta en una norma.

El peso cultural es enorme, en un país donde la mujer ha sido tradicionalmente vista como pilar de la familia, como cuidadora y transmisora de valores, la presidencia femenina abre la posibilidad de trasladar esa figura al terreno de lo público, en la mujer como pilar no solo del hogar, sino de la nación.

Y aquí surge la gran oportunidad, transformar esa expectativa en políticas concretas, sistemas nacionales de cuidados, combate frontal a la violencia de género, justicia para madres buscadoras, equidad en el empleo, participación igualitaria en el poder.

Si Sheinbaum convierte esas banderas en ejes centrales de su gobierno, no solo consolidará un legado, sino que dejará un antecedente que ninguna otra presidenta futura podrá ignorar.

Más allá de la coyuntura política, lo que Sheinbaum haga definirá el lugar de las mujeres en la política mexicana para las próximas décadas, si su gobierno fracasa, habrá quienes lo utilicen como argumento para reforzar prejuicios machistas, “ya ven, una mujer no puede gobernar”.

Si, por el contrario, logra estabilidad, justicia y reformas con impacto real, quedará demostrado que el género nunca fue el obstáculo, sino que las estructuras históricas eran las que limitaban el acceso.

En este sentido, Sheinbaum no solo gobierna para México; gobierna también para todas las mujeres que vendrán después de ella, su éxito o su fracaso será utilizado como referente, justo o injusto, para evaluar el liderazgo femenino en la política.

Por lo tanto….

Claudia Sheinbaum tiene en sus manos una oportunidad irrepetible, gobernar como mujer y ser recordada como líder, si se limita a proteger el legado de AMLO y su círculo, su presidencia será vista como un capítulo más del lopezobradorismo.

Pero si asume la autonomía que el cargo le otorga, si convierte la narrativa de la mujer como pilar en políticas de Estado que transformen vidas, entonces habrá escrito una historia distinta, la del momento en que México descubrió que no solo puede ser gobernado por una mujer, sino que puede ser gobernado mejor.

La disyuntiva es clara, ser sombra o ser luz, y en esa elección no solo está en juego su legado, sino el futuro del liderazgo femenino en México.

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